Ecos de la Costa, Colima
En las zonas donde habita una alta proporción de población indígena, se encuentra una parte importante de los bosques y selvas mejor conservados y la parte alta de las cuencas de captación de agua de los principales ríos del país, además de que en muchos grupos indígenas se encuentra almacenada una gran cantidad de conocimiento tradicional, acerca del manejo de estos recursos con considerable potencial para su manejo sustentable.
Los grupos indígenas, a través de su historia, han hecho frecuentemente un uso intensivo, aunque algunas veces destructivo, de su medio. Si se examina la distribución de los pueblos indígenas, ésta coincide con zonas de alta biodiversidad, lo que ha ocasionado diversas interpretaciones sobre el papel que tienen las prácticas indígenas y el patrimonio natural de la nación. Al parecer, en algunas regiones han propiciado la biodiversidad al seleccionar y, al menos parcialmente, domesticar una gran cantidad de especies. Asimismo, al utilizar comúnmente un conjunto variado de productos de los ecosistemas naturales, sus sistemas de manejo tienden a ser diversificados o, cuando menos, no optan por una transformación completa o por la simplificación. Entre las prácticas que se consideran sustentables o poco agresivas con el ambiente, se encuentran varias que desarrollan las comunidades indígenas; una de ellas es la agricultura en chinampas, que actualmente sólo se practica en unas pocas zonas del centro de México. Sin embargo, también existen evidencias en el sentido de que algunas prácticas de manejo indígena alteraron negativamente su entorno, como al parecer ocurrió en Oaxaca o los mayas en la península de Yucatán.
De cualquier forma, la resultante final de la participación indígena para frenar el deterioro ambiental, es favorable e indispensable, tanto porque habitan las zonas donde queda buena parte de los recursos naturales remanentes del país, como por sus conocimientos y experiencias que resultan de gran utilidad para lograr sistemas de producción sostenibles. Existen pruebas de que la protección indígena y campesina de los recursos naturales a través de paisajes de manejo, es relativamente eficiente en diversas áreas del país, como lo demuestran los manejos comunitarios en la Sierra de Juárez en Oaxaca, en Quintana Roo, Durango y Michoacán, entre otros.
Además, en los territorios con fuerte presencia indígena, se encuentra cerca del 50% de los bosques mesófilos, 45% de las selvas húmedas y casi 20% de los bosques templados remanentes del país, lo que totaliza unos 19 millones de hectáreas de vegetación natural que, además de la biodiversidad que albergan, son importantes por su alta captación de agua de lluvia que, gracias a la existencia de su cubierta vegetal, se protege de la erosión a que se encuentra expuesta por los efectos de aguas torrenciales, evitándose también los consecuentes problemas de asolvamiento en los cuerpos de agua localizados en las partes bajas de las cuencas.
La larga convivencia de las poblaciones indígenas con la biodiversidad local, ha permitido que los indígenas probaran, desecharan o desarrollaran el uso de plantas y animales para alimento, medicina, vestimenta, limpieza corporal o vivienda. Por esta razón, los pueblos indígenas y comunidades locales han sido reconocidos como sujetos sociales centrales para la conservación y el desarrollo sustentable en el Convenio sobre Diversidad Biológica.
En muchas comunidades indígenas, las actividades agrícolas se han adaptado a las características climáticas y ambientales de la zona. La variación en elementos del clima como las lluvias y heladas, combinada con la heterogeneidad espacial, obligó a los pueblos indígenas a desarrollar estrategias agrícolas basadas en la diversidad biológica para satisfacer sus necesidades básicas. En general, se mantuvo un estilo de producción diversificado que dio como resultado una enorme variedad de especies, razas y adaptaciones regionales de plantas con diversos usos. Estas plantas han llegado a nuestras manos luego de un largo proceso de domesticación, innovación, intercambio, adaptación, mejoramiento, uso y manejo, en un principio realizado por las poblaciones indígenas nativas y, posteriormente, por las poblaciones campesinas que se insertaron en diferentes ecosistemas.
Las culturas indígenas que han permanecido por muchos siglos, han tenido una perspectiva de largo plazo sobre el medio ambiente y la cultura. Por esta razón, la diversidad de paisajes y las estrategias de producción múltiple, son los recursos más importantes de estas antiguas culturas; los cultivos múltiples en una sola área de siembra, como distintas variedades de maíz o la siembra mixta de cereales con leguminosas, solanáceas y cucurbitáceas, hacen que si las condiciones de una temporada agrícola no son muy buenas para el cultivo principal, aún quede la cosecha de las variedades o especies más resistentes, aunque de menor rendimiento. La reducción del riesgo es un elemento tan valioso en las culturas tradicionales, que es común que paguen esta reducción con una disminución en los rendimientos.
Como podemos apreciar en esta incipiente exposición de beneficios que las sociedades del mundo hemos heredado de los pueblos indígenas de todo nuestro planeta, es grande nuestra deuda para con estas comunidades sin cuya aportación, tal vez estaríamos afrontando mayores dificultades y retos para lograr subsistir, tanto en términos de alimentación, como en los correspondientes a la salud de quienes compartimos La Tierra.
Fragmentos de La gestión ambiental en México, editado por la Semarnat, transcritos por Juan G. Jiménez Rivera, Semarnat Delegación Colima.
E-Mail: normatividad@colima.semarnat.gob.mx
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment