La Jornada Michoacán: lunes 1 de diciembre de 2008
LEONOR SOLIS*
Hoy en día más de mil 200 millones de personas habitan en regiones forestales y dependen de los bosques y selvas del mundo como su principal medio de vida. Irónicamente, más de 90 por ciento de estas poblaciones se encuentran en niveles elevados de pobreza según el Banco Mundial. En los últimos 40 años se han perdido más de 500 millones de hectáreas de bosques y selvas del mundo, mientras de manera simultánea el consumo de productos que provienen de ellos se ha incrementado en 50 por ciento.
La necesidad de generar y consolidar las alternativas de desarrollo sustentable en las comunidades rurales que viven en estos bosques y selvas en los últimos 20 años ha llevado a un cambio importante en la tenencia de la tierra, en la que los gobiernos de muchos países ya han transferido la propiedad o el derecho de usufructo de los recursos forestales a estas comunidades. En la actualidad más de 450 millones de hectáreas se encuentran en manos de comunidades rurales, y algunas de éstas han comenzado importantes y novedosos esquemas de manejo y conservación forestal, promoviendo el mejoramiento de las prácticas de extracción, procurando incorporar en ellas elementos biológicos, ecológicos, geográficos, económicos y sociales; es decir, bajo un enfoque de manejo ecosistémico.
Las iniciativas que trabajan con este enfoque incluyen el principio de un aprovechamiento diversificado; es decir, no únicamente la madera, sino plantas comestibles, medicinales, resinas, fauna silvestre, hongos, carbón vegetal y agua, todos estos productos que no son madera se han reconocido como productos forestales no maderables. Aunado a esto, se encuentran los servicios ecosistémicos, con proyectos sobre captura de carbono y ecoturismo entre otros.
En México en los últimos 50 años se ha perdido 50 por ciento de la superficie forestal, simplemente por año perdemos aproximadamente 700 mil hectáreas. Nuestros bosques, las selvas y desiertos cubren más de 70 por ciento del territorio, de éste aproximadamente 80 por ciento es propiedad colectiva de ejidos y comunidades indígenas. En estas áreas habitan aproximadamente 15 millones de personas, de las cuales al menos 5 millones son indígenas pertenecientes a 43 grupos étnicos. Sesenta por ciento de estas comunidades viven en condiciones de extrema pobreza y dependen de los recursos forestales como su principal fuente de alimento, materiales para la construcción de sus viviendas, leña para cocinar y calentar sus hogares, fuente importante de remedios medicinales, entre otros. Los productos forestales son fundamentales en prácticas rituales, religiosas y en el arraigo e identidad de muchas comunidades rurales.
Existen productos de nuestros bosques y selvas que se han utilizado desde épocas prehispánicas y las técnicas tradicionales para su aprovechamiento se han ido transformando desde entonces hasta nuestros días. Algunos de estos productos que además han sido muy importantes en el estado de Michoacán son por ejemplo el mezcal o la resina de pino, que han contribuido de manera significativa al ingreso y el empleo de muchos ejidos y comunidades, los que se producen y venden localmente siguen representando una actividad económica considerable para muchas comunidades rurales y son complemento de las actividades agropecuarias.
En las últimas dos décadas gobiernos, instituciones de investigación y otras organizaciones no gubernamentales han comenzado a dar mayor atención al manejo forestal sustentable y el uso y comercialización de productos forestales no maderables que además promueven el desarrollo rural, la conservación y el manejo sustentable de los ecosistemas forestales. Esta situación ofrece grandes oportunidades a muchos productores rurales para mejorar sus niveles de vida, pero además representa retos importantes para la sociedad en general, para que estos recursos no se agoten, sean manejados de manera sustentable y que las comunidades rurales que habitan las zonas forestales reciban los beneficios de un mercado justo en este mundo inmerso en el acelerado proceso de la globalización.
En el país existen experiencias sobresalientes de manejo forestal en la sierra norte de Oaxaca, sierra norte de Puebla, Guerrero, Quintana Roo y quizá la más sobresaliente en nuestro estado es la de Nuevo San Juan Parangaricutiro. Los medios nos llenan de malas noticias, todos nos sentimos abrumados ante los problemas nacionales e internacionales, muy pocas veces sentimos un bálsamo o esperanza ante algo que está sucediendo. Pero afortunadamente está sucediendo que muchas de nuestras comunidades indígenas con una importante cohesión social comunitaria y este vínculo con la naturaleza están generando impactantes experiencias de manejo exitoso, que conserva nuestros bosques y selvas, genera productos de alta calidad, los comercializa, pero que además todo se hace con una organización y perspectiva comunitaria. Estos modelos nacionales que contienen valores y procesos muy nuestros, novedosos, creativos y es importante reconocerlos. Más cuando estamos acostumbrados a importar tantos modelos de fuera, que terminan por no funcionar ni adecuarse a nuestras necesidades.
El pasado miércoles se realizó el Foro Estatal de Forestería Comunitaria en las instalaciones del campus Morelia de la UNAM. A este foro asistieron representantes de 20 comunidades indígenas y ejidos de nuestro estado (San Juan Nuevo Parangaricutiro, Pichátaro, Taretan, Arantepacua, San Pedro Jarácuaro, Paracho, San Juan Bautista, San Lorenzo, ejido La Majada, Casas Blancas, Comachuén, Capacuaro, Cherán, Nurío, Jucutacato, Santa Ana Zirosto, Angahuan y Sevina) y también alrededor de 20 instituciones educativas, gubernamentales y de la sociedad civil (Cofom, Conafor, Gira, CCMSS, Cemda, Semarnat, Coinbio, Universidad Don Vasco AC, Iacatas AC, Secoam AC, GEA, Congreso del Estado, Proam, Coecco, Cedemun, Sagarpa, Crefal, UMSNH, Ciga y CIEco). Reconociendo la riqueza que tienen los bosques de Michoacán, es muy importante hacer promoción de las comunidades y ejidos que están generando o consolidando esfuerzos para un manejo adecuado de sus recursos, un aprovechamiento integrado con una amplia participación social. Pero más que nada, es importante reconocer que a nivel estatal este tipo de eventos consolida procesos integrales que incluyen a todos los sectores, al sector productivo, las instituciones gubernamentales, instituciones educativas y sociedad civil. Si todos estos sectores trabajamos conjuntamente bajo un esquema integral, seguramente consolidaremos importantes procesos que nos benefician a todos los michoacanos tanto a nivel económico, ecológico y social.
*Centro de Investigaciones en Ecosistemas
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01 December 2008
28 November 2008
La pérdida de biodiversidad lleva a la desintegración comunitaria
La Jornada jueves 27 de noviembre de 2008
■ Relación indivisible, fundamental para diseñar las políticas de desarrollo sustentable, exponen
■ El maíz criollo, elemento de identidad cultural y base de la dieta, no ha sido protegido con seriedad del genéticamente modificado, dice experta
■ Realizan reunión de especialistas en la UNAM
Mariana Norandi
La pérdida de biodiversidad cultural implica pérdida de biodiversidad medioambiental y viceversa, es decir, la degradación de los recursos naturales lleva a una desintegración comunitaria, aseguraron especialistas en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Por lo tanto, agregaron, no se pueden diseñar políticas públicas en materia de desarrollo sustentable sin tener en cuenta la relación indivisible que existe entre sociedad comunitaria y diversidad biológica.
Durante la mesa redonda ¿Siglo XXI, adónde va el país?, presentada en el seminario La ciencias en el desarrollo sustentable, organizado por el Programa Universitario de Medio Ambiente (PUMA), investigadores, académicos y expertos de diferentes disciplinas científicas se reunieron desde el martes hasta hoy para reflexionar sobre los retos medioambientales y proponer acciones para construir un futuro sustentable.
El encuentro contó con la participación de Víctor Manuel Toledo, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, quien recalcó que no se puede entender la conservación de las riquezas naturales sin tener en cuenta la bioculturalidad que existe en nuestro país. De hecho, precisó, la mayor parte de las reservas naturales se encuentran en zonas bioculturales y la mitad de las aguas del país están en territorios indígenas. “En la cultura indígena y en su relación con la biodiversidad se encuentra la memoria de la especie de la humanidad”, puntualizó.
Resistencia biocultural
Explicó que México ocupa el cuarto lugar en el mundo en bioculturalidad y que existen en el país 14 regiones que viven procesos de resistencia biocultural, en los cuales se han desarrollado medidas de autogestión que manejan los recursos naturales con sustentabilidad.
“Sólo en Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Michoacán y Puebla existen mil 44 experiencias comunitarias de sustentabilidad. En la península de Yucatán hay 2 mil 800 plantas y siguen existiendo a pesar de la presencia humana desde hace más de 3 mil años, lo cual constata que en esa zona se ha sabido encauzar la coexistencia de cultura con y biodiversidad”.
Postuló la conservación natural en el ámbito de una relación recíproca con la cultura, y la sustentabilidad no como un retroceso a lo tradicional, sino como la creación de una forma de vida alternativa que implique organización social y perspectiva científica con conciencia ecológica.
“La revolución industrial constituye la ruptura entre lo que se había aprendido durante siglos y la modernidad, ésta entendida como una nueva etapa construida con las cenizas de lo tradicional. Pero ahora cada vez más territorios se están convirtiendo en espacios de resistencia que, en contra del modelo dominante industrial capitalista, han desarrollado otro alternativo y sustentable”.
María Elena Álvarez Buylla, del Instituto de Ecología de la UNAM, al hablar de la relación entre vida comunitaria y biodiversidad resaltó la importancia del maíz como elemento de identidad cultural y como base alimentaria. Dijo que en México aún no se ha tomado con suficiente seriedad la protección del maíz criollo del genéticamente modificado, cuando el gobierno está obligado a proteger la biodiversidad del grano en su centro de origen y biodiversidad porque la ley mexicana lo considera; “esta riqueza es crucial para enfrentar retos futuros”.
Explicó que el polen del maíz es “altamente promiscuo” y por medio del viento viaja a distancias impresionantes, lo que provoca fecundaciones cruzadas entre plantas. Esta característica hace que el maíz criollo tenga elevadas posibilidades de ser contaminado por el transgénico y, con ello, además, que las compañías transnacionales reclamen como suyo ese germoplasma.
Distribución sin impedimento
Agregó que el gobierno mexicano ha levantado la moratoria para plantar maíz transgénico y ha aprobado una nueva Ley de Bioseguridad inspirada en la legislación de Estados Unidos, que no se aplica, pero que tampoco impedirá la distribución del producto a todo el país.
Indicó que México está obligado a documentar la existencia de maíz transgénico porque de lo contrario no sólo se pone en riesgo la biodiversidad genética de la semilla, sino también la soberanía alimentaria.
Amparo Martínez Arroyo, del Centro de Ciencias de la Atmósfera, comentó que el alto grado de contaminación de los mares y océanos de México pone en riego la autosuficiencia de muchas comunidades que viven de los recursos naturales que ese medio genera.
Destacó que a pesar de que México tiene 1.5 más territorio marino que terrestre, no hay políticas públicas que atiendan la degradación de sus aguas marinas y, al ser “tierra de nadie”, es un sector altamente vulnerable. Las descargas de aguas residuales al mar han creado problemas de salud de los ecosistemas y de la población. Entonces, al no prestar atención a este problema, se olvida que mucha gente vive del mar. Por ello, la pérdida de los recursos naturales marinos provocará que muchas comunidades pierdan su autosuficiencia.
■ Relación indivisible, fundamental para diseñar las políticas de desarrollo sustentable, exponen
■ El maíz criollo, elemento de identidad cultural y base de la dieta, no ha sido protegido con seriedad del genéticamente modificado, dice experta
■ Realizan reunión de especialistas en la UNAM
Mariana Norandi
La pérdida de biodiversidad cultural implica pérdida de biodiversidad medioambiental y viceversa, es decir, la degradación de los recursos naturales lleva a una desintegración comunitaria, aseguraron especialistas en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Por lo tanto, agregaron, no se pueden diseñar políticas públicas en materia de desarrollo sustentable sin tener en cuenta la relación indivisible que existe entre sociedad comunitaria y diversidad biológica.
Durante la mesa redonda ¿Siglo XXI, adónde va el país?, presentada en el seminario La ciencias en el desarrollo sustentable, organizado por el Programa Universitario de Medio Ambiente (PUMA), investigadores, académicos y expertos de diferentes disciplinas científicas se reunieron desde el martes hasta hoy para reflexionar sobre los retos medioambientales y proponer acciones para construir un futuro sustentable.
El encuentro contó con la participación de Víctor Manuel Toledo, del Centro de Investigaciones en Ecosistemas, quien recalcó que no se puede entender la conservación de las riquezas naturales sin tener en cuenta la bioculturalidad que existe en nuestro país. De hecho, precisó, la mayor parte de las reservas naturales se encuentran en zonas bioculturales y la mitad de las aguas del país están en territorios indígenas. “En la cultura indígena y en su relación con la biodiversidad se encuentra la memoria de la especie de la humanidad”, puntualizó.
Resistencia biocultural
Explicó que México ocupa el cuarto lugar en el mundo en bioculturalidad y que existen en el país 14 regiones que viven procesos de resistencia biocultural, en los cuales se han desarrollado medidas de autogestión que manejan los recursos naturales con sustentabilidad.
“Sólo en Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Michoacán y Puebla existen mil 44 experiencias comunitarias de sustentabilidad. En la península de Yucatán hay 2 mil 800 plantas y siguen existiendo a pesar de la presencia humana desde hace más de 3 mil años, lo cual constata que en esa zona se ha sabido encauzar la coexistencia de cultura con y biodiversidad”.
Postuló la conservación natural en el ámbito de una relación recíproca con la cultura, y la sustentabilidad no como un retroceso a lo tradicional, sino como la creación de una forma de vida alternativa que implique organización social y perspectiva científica con conciencia ecológica.
“La revolución industrial constituye la ruptura entre lo que se había aprendido durante siglos y la modernidad, ésta entendida como una nueva etapa construida con las cenizas de lo tradicional. Pero ahora cada vez más territorios se están convirtiendo en espacios de resistencia que, en contra del modelo dominante industrial capitalista, han desarrollado otro alternativo y sustentable”.
María Elena Álvarez Buylla, del Instituto de Ecología de la UNAM, al hablar de la relación entre vida comunitaria y biodiversidad resaltó la importancia del maíz como elemento de identidad cultural y como base alimentaria. Dijo que en México aún no se ha tomado con suficiente seriedad la protección del maíz criollo del genéticamente modificado, cuando el gobierno está obligado a proteger la biodiversidad del grano en su centro de origen y biodiversidad porque la ley mexicana lo considera; “esta riqueza es crucial para enfrentar retos futuros”.
Explicó que el polen del maíz es “altamente promiscuo” y por medio del viento viaja a distancias impresionantes, lo que provoca fecundaciones cruzadas entre plantas. Esta característica hace que el maíz criollo tenga elevadas posibilidades de ser contaminado por el transgénico y, con ello, además, que las compañías transnacionales reclamen como suyo ese germoplasma.
Distribución sin impedimento
Agregó que el gobierno mexicano ha levantado la moratoria para plantar maíz transgénico y ha aprobado una nueva Ley de Bioseguridad inspirada en la legislación de Estados Unidos, que no se aplica, pero que tampoco impedirá la distribución del producto a todo el país.
Indicó que México está obligado a documentar la existencia de maíz transgénico porque de lo contrario no sólo se pone en riesgo la biodiversidad genética de la semilla, sino también la soberanía alimentaria.
Amparo Martínez Arroyo, del Centro de Ciencias de la Atmósfera, comentó que el alto grado de contaminación de los mares y océanos de México pone en riego la autosuficiencia de muchas comunidades que viven de los recursos naturales que ese medio genera.
Destacó que a pesar de que México tiene 1.5 más territorio marino que terrestre, no hay políticas públicas que atiendan la degradación de sus aguas marinas y, al ser “tierra de nadie”, es un sector altamente vulnerable. Las descargas de aguas residuales al mar han creado problemas de salud de los ecosistemas y de la población. Entonces, al no prestar atención a este problema, se olvida que mucha gente vive del mar. Por ello, la pérdida de los recursos naturales marinos provocará que muchas comunidades pierdan su autosuficiencia.
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