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21 November 2008

Aprovechar la financiación del carbono para estimular la agricultura sostenible

Boletín de prensa FAO, 28 de octubre de 2008

Beneficio mutuo para el desarrollo y la lucha contra el cambio climático,

Roma – Un centenar de expertos de los cinco continentes se han reunido hoy para diseñar la estrategia de aprovechamiento de un nuevo e importante flujo de fondos – la financiación del carbono – para el desarrollo agrícola y la mejora de las vidas de los agricultores pobres de todo el mundo.

El Mecanismo para un Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto permite contar cada año con miles de millones de dólares para financiar iniciativas que ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera.

A pesar de que la agricultura es una importante fuente de emisiones - su contribución a nivel mundial si se incluyen los cambios del uso de la tierra y el sector ganadero intensivo es de un 30 por ciento – y ofrece por ello posibilidades reales para reducir la contaminación con GEI, hasta ahora sólo se han destinado una pequeña parte de estos fondos a la misma.

La reunión tiene lugar en West Lafayette, Indiana (EE:UU:) del 28 al 30 de octubre, y se debate cómo puede beneficiarse la agricultura de un mercado cuyo valor ascendió a 12 000 millones de euros en 2007 [ ]. Este mercado se ha desarrollado bajo el Mecanismo para un Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kyoto, según el cual las industrias en los países desarrollados pueden cumplir con sus obligaciones de reducción de las emisiones de GEI invirtiendo en proyectos de ahorro de emisiones en el extranjero.

Frenar el cambio y ayudar a los agricultores pobres

“Es una oportunidad beneficiosa para todos”, afirma Theodor Friedrich, experto de la FAO en intensificación de la producción sostenible (SPI, por sus siglas en inglés). “Tenemos la oportunidad de, al mismo tiempo, ralentizar el cambio climático, ayudar a los agricultores pobres a ganarse mejor la vida y mejorar la salud y productividad del suelo”.

Pero para acceder a la financiación del MDL, los proyectos agrícolas necesitan generar pruebas, medibles científicamente, de cuánto pueden reducir las emisiones de GEI en comparación con la agricultura tradicional. También se necesitaría encontrar la forma de controlar fehacientemente estos resultados y de establecer pagos por la captura de carbono atractivos para los pequeños agricultores.

Éstos son algunos de los temas que serán debatidos en la reunión, organizada conjuntamente por la FAO y el Centro de Información de Tecnología de Conservación, con el apoyo del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

En los sistemas agrícolas tradicionales, cuando la tierra es labrada y cultivada, el CO2 allí almacenado se libera a la atmósfera, contribuyendo al aumento de los GEI y, con ello, al cambio climático. Sin embargo, los sistemas SPI como la Agricultura de Conservación (CA, por sus siglas en inglés), en la que las semillas se introducen directamente en el terreno a través de la cubierta vegetal, son más beneficiosas para el clima.

Sin labrar

De hecho la CA puede eliminar cantidades significativas de CO2 de la atmósfera y almacenarlas en la tierra. “En teoría, el empleo de métodos agrícolas como la ausencia de labranza en los 5 000 millones de hectáreas de tierra cultivada que hay en todo el mundo permitiría capturar tres mil millones de toneladas de carbono de la atmósfera cada año y retenerlo durante 30 años“, afirma Friedrich.

“Esta es aproximadamente –añadió- la tasa anual a la que actualmente está aumentando el CO2 producido por el hombre”.

El suelo rico en carbono es más sano y almacena mejor el agua. Esto le hace soportar mejor las temperaturas más elevadas y las menores precipitaciones que se prevén como resultado del cambio climático. También se trata de un suelo más productivo.

“El empleo de la financiación del MDL para fomentar la CA y otros sistemas SPI en países en desarrollo podría suponer un importante estímulo para el desarrollo”, explicó Friedrich. “También podría aumentar la seguridad alimentaria mundial y contribuir significativamente a ayudar a la comunidad global y a las poblaciones vulnerables en particular a superar las amenazas del cambio climático”.

Contacto:
Christopher Matthews
Oficina de prensa, FAO
christopher.matthews@fao.org
(+39) 06 570 53762
(+39) 349 5893 612 (móvil)

09 October 2008

Decrecimiento y agricultura

autor : Gustavo Duch, Veterinarios Sin Fronteras | 9 Octubre 2008
Portal del Medio Ambiente

“El modelo alimentario actual está basado precisamente en un uso irracional de los recursos materiales y energéticos. Comemos básicamente petróleo: en la producción intensiva se necesita de mucha maquinaria, de fertilizantes y de agrotóxicos, y todo ello es petróleo. Además se incrementan día a día los kilómetros que los alimentos recorren antes de llegar a la mesa, y no sólo los alimentos ‘tropicales’ como bananos o kiwis, sino y sobre todo alimentos que tradicionalmente se producían en el ámbito local (manzanas, uva, pescado, etcétera).”

En los años 70 aparecieron las primeras teorías del decrecimiento que nos advertían de que en un planeta finito el crecimiento económico continuo -capitalista- no era posible y, por lo tanto, debían rediseñarse nuestros modelos de sociedad si no queríamos llegar al colapso. El decrecimiento -explican- no es una propuesta que podemos o no adoptar, es una situación que tarde o temprano llegará y deberemos asumir. La crisis económica globalizada podría interpretarse como una primera señal del colapso o, por el contrario, si actuamos consecuentemente, podría convertirse en un punto de inflexión, un momento de obligada reflexión, una oportunidad histórica para anticiparse y evitar que el decrecimiento y todas sus consecuencias acaben constituyendo una pesada losa. Se trataría de reconocer, comprender y manejar el decrecimiento para que nos conduzca a un mundo más justo.

Partiendo de estas premisas, las medidas frente a la crisis no se centrarían en el aumento de la productividad -receta que aplica la mayoría de gobiernos-, sino en analizar e impulsar los cambios oportunos en los modos de producción y hábitos de consumo. En este sentido, debemos dedicar especial atención al modelo de producción de nuestros alimentos, tanto porque seguimos dependiendo de ellos para nuestra supervivencia como por su importancia económica y ecológica: muchas familias en el mundo trabajan en el sector agrícola y la agricultura tiene un papel clave en el entorno.

El modelo alimentario actual está basado precisamente en un uso irracional de los recursos materiales y energéticos. Comemos básicamente petróleo: en la producción intensiva se necesita de mucha maquinaria, de fertilizantes y de agrotóxicos, y todo ello es petróleo. Además se incrementan día a día los kilómetros que los alimentos recorren antes de llegar a la mesa, y no sólo los alimentos ‘tropicales’ como bananos o kiwis, sino y sobre todo alimentos que tradicionalmente se producían en el ámbito local (manzanas, uva, pescado, etcétera). Y para acabar con este análisis de ineficiencia energética hay que sumar las toneladas de cereales que importa el Norte global para alimentar a su ganadería. No deberíamos olvidar que este modelo agrícola es además el causante directo y principal del hambre y la pobreza en el Sur global. Ni ecológica ni socialmente debemos aceptarlo.

La buena noticia es que es posible hacer ‘decrecer’ este modelo. Se trata de emprender un camino nuevo que nos lleve a revitalizar el planeta, recuperando el medio rural y relocalizando la agricultura. Modificar los patrones agroindustriales para crear, siguiendo los cánones ecológicos, una moderna agricultura fundamentada en la producción artesanal, con la participación de campesinas y campesinos, favoreciendo también así la creación de empleo. Promoviendo el consumo en mercados de cercanía para minimizar el uso del petróleo y disminuir las fuerzas oligopólicas de las cadenas de distribución. Y divulgando hábitos alimentarios sostenibles: el consumo moderado, el consumo de alimentos de temporada y dietas más equilibradas.