05 August 2005

Slow food contra comida chatarra

Gastronomía Periodistadigital.com
PD / Agencias

Jueves, 4 de agosto 2005
Placer equilibrado parece ser la difícil misión de este grupo de origen italiano que ya reúne a más de 80 mil adeptos en el globo. Su búsqueda es destacar los valores culturales de la comida de todos los pueblos. En contra del fast food y más allá de las modas y tendencias gastronómicas, ésta mirada de la comida promueve la educación y el buen gusto.

La silueta sencilla de un caracol en su logo lo dice todo: lento pero seguro, todo lo que sea rápido y estándar queda de lado. Slow Food se autodefine como el eslabón entre la ética y el placer. La propuesta, con tintes de ecología y política, promueve rescatar sabores olvidados, proteger la biodiversidad, incentivar la gastronomía y adiestrar los sentidos para disfrutarla. Escribe Gabriela Campos en Clarín que el club de afiliados a las tropas del buen comer y beber en la Argentina ya congrega a 200 miembros, y tiene siete sedes (convivun en el lenguaje show) Córdoba, Tucumán y Salta, Rosario, Mar del Plata, Mendoza y dos en Buenos Aires. “Slow Food toma a los alimentos como una manifestación singular de la identidad cultural de los pueblos, contraponiéndose así a la tendencia a la estandarización del gusto” detalla Ernesto Barrera, Fiduciario Slow Food Convivium Buenos Aires en un mail que busca sumar adeptos a esta propuesta en el país.

En pos de sus objetivos slow food inauguró en 2003 la Academia Europea del Gusto una Universidad Gastronómica que forma profesionales con estos valores. Pero para quienes no puedan acceder a la formación europea, las propuestas locales tienen tintes de curiosidad y deleite. El convivum Norte de Buenos Aires desarrolla encuentros para todas las edades bajo el nombre laboratorio del gusto. Experiencias para sorprender el paladar que funcionan como testeos de nuevos y viejos sabores. “El alimento es para nosotros un bien cultural” sostiene Barrera. Además explica que el foco de sus actividades es la incorporación de nuevos productos gastronómicos desconocidos en el mercado. “En general traemos un cocinero de la región de origen del producto para que cocine especialmente para nosotros en un buen lugar. De esa manera hemos puesto en el Hilton, por ejemplo, productos de consumo coya.” La movida propone, a los artesanos de la comida de todo el mundo,presentar sus acciones en los Slow Food Awards, como una forma de revalorizar el respeto por la biodiversidad. En 2002 la cooperativa jujeña Cauqueva, una organización que reúne a más de 140 productores indígenas, fue finalista del premio que se celebró en Turín. Refiriéndose al caracol, el presidente de este movimiento Carlo Petrini dice que es el "emblema de la lentitud, este animal cosmopolita y prudente es un amuleto contra la velocidad, la exasperación, la distracción del hombre demasiado impaciente para sentir y gustar, ávido para recordar lo que recién ha terminado de devorar".

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