con la inauguración el jueves en Turín (norte) del sexto Salón del Gusto, la feria del buen comer, destinada a promover el patrimonio gastronómico mundial.
Despacito, suavemente.
El movimiento de carácter filosófico-alimentario, que preconiza el placer de comer bien y la elección de productos naturales, todo ello en un marco acogedor, ha conquistado en diez años muchos adeptos y se ha internacionalizado.
Este año, la organización ha querido dedicar más espacio al encuentro paralelo Terra Madre, que reúne a 5.000 agricultores de 130 países, para favorecer el intercambio de experiencias entre pequeños productores, los cuales suelen en general vivir en zonas aisladas y son poco conocidos en el mundo.
Considerado como el verdadero motor de la manifestación, el encuentro entre
pescadores, pastores, nómadas y depositarios de un "saber tradicional" ha permitido crear una conciencia en muchos países del enorme valor que representan esos productos para la riqueza cultural, la biodiversidad y la conservación de los valores eno-gastronómicos.
El Salón del Gusto, abierto al público, presenta pabellones con "producciones de calidad" y constituye "la mayor exposición de productos de alta biodiversidad agroalimentaria existentes en el planeta", sostiene el comunicado oficial del certamen.
"En los supermercados se encuentran cerca de 30 tipos y calidades de frutas y verduras. Las demás se olvidan. Existen 700 variedades de tomates, pero en los supermercados se pueden comprar sólo tres", lamentó Gianni Banich, quien representa a los países del este de Europa.
Fundado por el gastrónomo y epicúreo sociólogo italiano Carlo Petrini, el movimiento "Slow Food" -cuya filosofía se opone al "fast food" o comida rápida estadounidense- se ha propuesto salvar los productos de la huerta, y fomentar una manera lenta pero segura de comer, que se ha convertido en una auténtica revolución de los placeres de la mesa.
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