Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada. 14 de octubre 2007
El inconmensurable sabio Confucio solía expresar que una de las
características de la decadencia lo constituye la confusión semántica.
Y a este impasse semántico (una verdadera aporía conceptual) ha
conducido el Comité Noruego al otorgar el Premio Nobel de la "Paz"
(¡supersic!) compartido al excelso Panel Intergubernamental del Cambio
Climático (PICC) de la ONU –un acto gratamente laudable– y al
hiperbélico y supercontaminador Albert Arnold Gore Jr, lo cual es
altamente perturbador y pone en tela de juicio al gratificante (un
país miembro de la OTAN), sus preseas sesgadas con dedicatoria (no
pocas veces en contra de los países en vías de desarrollo que encubren
agendas encubiertas) y a sus galardonados controvertidos sacados de la
manga.
No es la primera vez que personajes hiperbélicos reciben la máxima
presea "OTAN-céntrica" del pacifismo, adjudicada al etnocida Henry
Kissinger, el ex terrorista Menahem Begin, el padre de la bomba
atómica israelí Shimon Peres y hasta el palestino Yasser Arafat, a
quien los multimedia desinformativos "occidentales" asolaban de
"terrorista", etcétera.
El tema del "cambio climático" es trascendental, pero el personaje
seleccionado, quien en este caso no ha sido, como debe ser, impoluto
en su quintaesencia y en similitud a la agenda que pretende defender
en nombre del género humano. Mejor hubiera sido haber optado
exclusivamente por el panel PICC de la ONU y no haber contaminado la
presea con Al Gore.
Sin contar su bendición a la guerra contra Irak en 1991 y más allá de
su perturbador lado oscuro que merece un tratamiento especial
–impulsador del nefario TLCAN, que no contribuyó nada en materia
ambiental en la transfrontera mexicana; sus nexos con la "mafia rusa"
y el ex primer ministro soviético Viktor Chernomyrdin; su pleito
racista con los países asiáticos islámicos para beneficiar las
especulaciones de George Soros contra Mahathir Mohamed, ex primer
ministro de Malasia, etcétera–, baste recordar que como vicepresidente
número 45 de Estados Unidos, el pomposo y fundamentalista "cristiano
redivivo" ("born-again christian") Al Gore participó en varias guerras
nada impolutas, primordialmente la de la OTAN contra Serbia, donde su
ejército desparramó generosamente varias toneladas de uranio depletado
(empobrecido), según la BBC (7 de mayo de 1999) y el excelente portal
Common Dreams (31 de enero de 2001).
Quizá lo ignore el Comité Noruego, pero nada es más deliberadamente
contaminante que una guerra, ya no se diga el uso de "uranio
depletado". Este simple acto descalifica tanto al comité como
gratificante y al galardonado, quien colaboró al más alto nivel
ejecutivo en las calamidades ambientales y médicas que padecerán los
Balcanes durante centenas de años. ¡Qué graves contradicción e
hipocresía del Parlamento noruego!
El Nobel de la "Paz" (sic) a Al Gore equivale a conceder el "premio de
derechos humanos" al etnocida neoliberal-monetarista Zedillo (a quien
la banca israelí-anglosajona cobija en el "Centro de la Globalización"
de Yale, que sepa Dios qué hace y publica) por sus hazañas en Acteal y
Aguas Blancas, que los fariseos multimedia anglosajones ocultan
mientras abultan la revolución azafrán de Myanmar, en ambos casos para
capturar el petróleo ajeno.
La presea regalada provocó intensa controversia. El Rincón de los
Lectores de The Daily Telegraph (12 de octubre de 2007) pregunta si Al
Gore "merece el Nobel de la Paz". Esto no es un asunto de vulgares
encuestadores: un hombre hiperbélico no puede merecer bajo ninguna
consideración leonina ese premio. Está cavando su propia tumba, porque
los ciudadanos del planeta lo vamos a repudiar donde se pare a cobrar
suculentos estipendios (acaba de recaudar 170 mil dólares en un país
miserable como México, por cierto, el undécimo contaminador
planetario).
The Times (13 de octubre de 2007) considera que la presea a Al Gore
"levantará muchas cejas" y "es una reprimenda (sic) a Bush" por su
fraude electoral de Florida y su conducta de depredación ambiental en
su calidad de sepulturero del Protocolo de Kyoto de la ONU.
Constituye un grave error de juicio que el Parlamento noruego abandone
su vocación universal para enfrascarse en venganzas degradantes y en
reyertas aldeanas cuando se trata de otorgar la máxima presea
pacifista, que ha puesto en peligro de muerte.
Ni a quién irle entre el "republicano" Baby Bush y el "demócrata" Al
Gore cuando este último tuvo las riendas compartidas del poder durante
ocho años en la Casa Blanca, donde no se notó que en su país, el
principal contaminador planetario, haya disminuido sus indecentes
índices de polución doméstica.
Para equilibrar las sesgadas preseas "OTAN-céntricas" del Parlamento
no-ruego va a ser imperativo que el Grupo de Shanghai conceda otras
universales preseas alternativas para competir creativamente ante la
opinión pública mundial, en lugar del cada vez más contaminado, desde
el punto de vista político, Premio Nobel de la "Paz" (sic), el más
relevante de todos, que nació bajo el signo de la dinamita y parece
acabar bajo su demolición interna después de 106 años.
Mientras el Nobel de la "Paz" (sic), en lugar de enarbolar un valioso
reconocimiento universal, se puede convertir en un estigma –algo así
como el abrazo del albatros alrededor del cuello de los navegantes–,
la periferia en vías de desarrollo debe iniciar una contraofensiva
creativa con enfoque multilateral y lanzar una presea alternativa que
pudiera llamarse Premio por el Diálogo de Civilizaciones –algo así
como un Premio Avicena y/o Samarcanda para puntualizar su excelsitud
científico-humanista-bioética–, el cual comprenda la gama de
reconocimientos que otorgan los dos países escandinavos (el Premio
Nobel de la "Paz" del Parlamento noruego, y el restante de las preseas
por Suecia), en cuya selección deberán participar los parlamentos y
los "poderes ciudadanos" del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y de
otras potencias emergentes (Irán, Venezuela, Malasia, Sudáfrica,
etcétera, no más de 10) que reflejen la pluralidad y la biodiversidad
de las especies vivientes de la creación y, sobre todo, expresen su
proclividad inalienable al "diálogo de las civilizaciones". Nuevas
preseas específicas sobre "preservación del medio ambiente" –que se
pudiera bautizar Premio de la Biósfera Vernadsky, en homenaje al genio
geoquímico ucraniano del siglo XX–, así como otros galardones para
"derechos humanos", "edificación de la democracia" y "combate a la
pobreza", deberán ser agregadas a las conocidas.
Incluso, habría que duplicar generosamente el monto pecuniario para
estimular a los científicos y humanistas del planeta, en particular
los que en el conticinio multimediático participan desde la periferia
del "euro-OTAN-centrismo" en la grandeza y el florecimiento de sus
países.
El mundo es más amplio, rico y civilizado que la OTAN, que ha impuesto
su agenda global mediante sus espurias preseas, sobre todo cuando se
trata de su "paz" contaminada y minada, que aplica hipócritamente en
su entorno flagrante de unilateralismo belicista y depredador a
ultranza, lo cual se subsume en la infeliz selección de Al Gore: uno
de los peores hiperbélicos y supercontaminadores del planeta.
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