Milenio Diario, 10 de noviembre de 2007 Italia / Reuters
Si uno compra una botella de vino con tapón metálico a rosca, o de plástico, no sólo va a faltar al respeto de la tradición. Tal vez esté condenando los bosques de alcornoques del mundo a muerte. Esa es la opinión de los ecologistas y productores de corcho, que han unido fuerzas para proteger de sus competidores en el vino los alcornoques y el hábitat único que proporcionan.
Los "corchos" alternativos son cada vez más comunes, habiendo acaparado 20% del mercado, según el consultor especializado en el sector del vino Stephan Reín. Según él, ésa cifra podría ascender a 35% para finales de este decenio."Los tapones de silicona no son un problema para los vinos de calidad, porque éstos siempre llevarán corchos", dice Battista Giannottu, ingeniero agrónomo de Cerdeña, Italia. "Pero el mercado masivo, que representa 80% del total, podría usar los sintéticos. Ése no es sólo un problema económico sino ambiental", agrega.
El Quercus súber, el alcornoque, que crece tanto del lado europeo como africano del Mediterráneo, proporciona la materia prima para la mayoría de los tapones de vino. El modo en que el corcho es cosechado, recortado de los costados de los árboles del mismo modo que una oveja es esquilada, significa que los bosques seguirán prosperando mientras ceden su valiosa corteza."Sólo los expertos pueden determinar cuándo está lista", dice Saverio Bacio, supervisando la cosecha en un bosque propiedad del gobierno de Cerdeña.
Sus leñadores trabajan rápidamente, cortando a hachazos la corteza antes de que el calor de! verano haga que la savia la adhiera al sensible corazón interior de los árboles que, de ser dejada intacta, producirá otra gruesa capa de corcho.Un alcornoque debe tener 30 años como mínimo antes de la primera cosecha, e incluso entonces, el áspero y poroso "corcho virgen" no es lo suficientemente bueno como para cerrar botellas de vino. Tardará otros 10 años hasta que la corteza vuelva a crecer y ser suficientemente buena para hacer corchos.
Más de 80% de la producción de corcho mundial es usada para cerrar botellas. El resto es empleado para materiales de construcción y artículos como aparejos de pesca y volantes de bádrninton. El corcho de mejor calidad, que es el menos poroso y no tiene fisuras ni fallas, produce la calidad superior, la de los tapones cotizados para vinos con crianza en botella. Los de menor grado son usados para vinos más baratos, y los granos de corcho son aglomerados con un tipo de cola para hacer los densos corchos para champán que deben soportar la presión del vino espumante. Los retazos son pegados a discos de plástico para hacer el tipo de tapones encontrados en algunas botellas de jerez.
Además de ser alternativas baratas, el plástico y el metal no presentan el mismo riesgo de picar el vino, lo que sucede cuando en el tapón se deposita un componente químico llamado TCA que le da un aroma mohoso. Pero los productores de corcho y los ecologistas no se rinden. Con el objetivo de capitalizar la demanda de productos "ecológicos" han comenzado a producir corchos certificados como no dañinos para el medio ambiente, bajo el esquema un sistema de "ecoetiquetas".
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