Milenio. Guadalajara, Jal. - Miércoles 14 de Noviembre de 2007
Vientos de desarrollo soplan desde hace 30 años en la Sierra Norte de Oaxaca, donde se vive hoy una silenciosa revolución económica, modelo esperanzador para diez millones de indígenas.
¿Socialismo utópico o capitalismo social?
Lo cierto es que en el mundo indio de México, donde casi siempre los experimentos políticos y económicos se topan con el fracaso, los zapotecas de las frías montañas que vieron nacer a Benito Juárez García hace dos centurias, al norte de Oaxaca, logran hoy una exitosa revolución económica sin traicionar sus raíces.Capitalismo a la indígena, acumulador, previsor, administrador de recursos naturales antaño saqueados, comunal, igualitario y observante de usos y costumbres, más no de “abusos y costumbres”, como dice irónicamente Luis Pacheco Rodríguez, el presidente de bienes comunales de Ixtlán de Juárez.
Y no obstante, abierto al mundo, adoptando progresos tecnológicos bajo premisas como la competitividad, la alta calidad, la no resistencia a los cambios, y siempre atemperado por una prudencia empresarial y una autocontención personal (o sea, el ejercicio de la virtud, según los moralistas clásicos) que encomiaría cualquier rígido funcionario del Banco Mundial (BM).“
Aquí hay algo muy importante: como están las comunidades constituidas aquí, lo importante es que no hay envidias”, sigue el comisariado de Ixtlán. “Todos trabajamos para la comunidad y para beneficio propio, y en cambio, en otros lugares, los proyectos no se logran por los problemas internos, que las dividen […] son las envidias que no dejan que crezcan”.
El encargado en Oaxaca del Proyecto de Conservación y Manejo Sustentable de Recursos Forestales de la Conafor, Ricardo Ramírez Domínguez, destaca los datos de esta ebullición empresarial en las comunidades zapotecas: “Debemos tener ahorita en Sierra Norte alrededor de 50 comunidades forestales ya con procesos de desarrollo basados en el uso de sus bosques; hay unas 20 comunidades con aserraderos, con proceso de aserrío, y solamente la comunidad de Ixtlán con un proceso industrial bastante terminal, pues fabrican muebles de alta calidad; para casos de ecoturismo comunitario existen doce comunidades que están tratando de organizarse en una red regional de prestación de servicios, y debe haber cuatro plantas envasadoras de agua y una de las pocas procesadoras de resina de pino que hay en el país y la única de Oaxaca”, resume.
—¿Esta sería la forma más adecuada de luchar contra la miseria de las comunidades indígenas?
—Sin duda; me parece contradictorio que en donde existe la riqueza de los bosques es donde haya comunidades con extrema pobreza; sin embargo, por las experiencias generadas, me parece que el manejo forestal comunitario puede ayudar a la disminución de la pobreza en el país; también puede contribuir a mejorar la conservación de estos recursos naturales e inclusive ha servido para solucionar algunos conflictos intra o intercomunitarios que se están dando; es cuestión de detonar más experiencias exitosas en el resto del territorio, recordemos que 80 por ciento de los bosques está en manos de ejidos y comunidades indígenas, es vital lograrlo.
Estas montañas tienen elevaciones cercanas a los tres mil metros de altura y suelen cubrirse de efímeras nieves durante el invierno. La riqueza en especies vivas es sorprendente: los estudios realizados en San Andrés Ixtlán, la comunidad que primero corrió el camino de riesgo empresarial, señalan seis mil especies de plantas vasculares, más de la mitad de las que existen en el país, y la abundancia de mamíferos carismáticos como el venado cola blanca, el puma y el lince.
La floresta luce tupida aunque escasean árboles de más de medio siglo, dada la devastación que dejó el capitalismo estatal de la papelera de Tuxtepec, concesionaria de estos bosques desde los años setenta, contra cuyo monopolio depredador lucharon los indígenas, con éxito, a finales de la década siguiente.
El saldo que dejó la paraestatal:
“El volumen de madera en pie se había reducido 22 por ciento; el valor de la producción se redujo 60 por ciento en términos reales; dos tercios de los bosques manejados tendían a perder su arbolado comercial, con lo que estaban perdiendo valor”, según el informe La lucha de la Unión Zapoteco-Chinanteca por los recursos naturales. A partir de esta realidad, los zapotecos descendientes del presidente Juárez y de sus contemporáneos, acompañados por algunos vecinos chinantecos, decidieron revertir su destino de dependencia y atraso.
El resultado es tan imperfectamente exitoso como puede ser toda iniciativa empresarial bien consolidada sujeta a los vaivenes de los mercados, y destruye los mitos racistas y clasistas sobre la presunta incapacidad indígena para el progreso.
* * *Envidia. “(Del latín invidia). 1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno. 2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee”. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.* * *
Las cortas torres de la iglesia parroquial de Capulálpam de Méndez —típicas del arte que sembraron los dominicos por Oaxaca y Chiapas en los lejanos días de la conquista espiritual— se recortan con su fortaleza de cantera bajo el cielo ensombrecido de noviembre, mientras su interior iluminado revela esplendorosos retablos de chapa dorada o café oscuro, obra de anónimos artesanos zapotecas que develaron su visión de los misterios insondables de la nueva fe, redentora en medio de un mundo antiguo que se desplomaba.
Las calles limpias y bien trazadas; los muchachos indígenas que balbucean sus intimidades en español —el zapoteco quedó casi extirpado, a palos, por los maestros de primaria de los años cincuenta—, o juegan basquetbol en el ancho atrio del templo centenario; red eléctrica, teléfonos, pavimentos, escuelas, centros de salud, que se desparraman por la mancha urbana.
Y aunque se advierten modestas viviendas, la miseria extrema de los pueblos indios parece haber huido. Huyó hace años, opina Netzar Arriortua Martínez, comunero que ha estado a cargo hasta hace días del comité para el desarrollo ecoturístico.
—¿Por qué la comunidad tomó este camino?
—Mire, en la época de los setenta todos los recursos forestales estaban concesionados a la empresa paraestatal; se hacía un saqueo indiscriminado del bosque y no dejaban gran cosa, no impactaban socialmente; lo único que aportaban los comuneros era mano de obra barata: los troceros, que se dedicaban a derribar los árboles para cortarlos en rollo, y de ahí venían los fleteros y se trasladaba hasta la fábrica de papel en Tuxtepec; varias comunidades de la región nos empezamos a organizar y decidimos impugnar esas concesiones hasta echarlas abajo. Al tener ya el recurso de regreso, decidimos que no podía estar así nuestro bosque destrozado [...] a partir de 1989 se crea la Organización de Comunidades Zapotecas y Chinantecas, a la que se integraron Santiago Comaltepec, de la zona Chinanteca; Capulálpam de Méndez, Santiago Xiacuí y La Trinidad, de la zona zapoteca, y se contrataron servicios de ingenieros forestales, agrónomos, biólogos; se empezó a hacer nuestro plan de manejo forestal. Así se formó el aserradero comunal, la fábrica de agregados pétreos, que produce grava de tres medidas de arena, y entre 2003 y 2004 arrancamos con la empresa de ecoturismo […] así de manera general estoy hablando de 27 años de vida comunitaria de Capulálpam.
La educación formal fue clave para avanzar rápido. “Hasta 1974, no contábamos en el pueblo más que con preescolar y primaria; a partir de ese año se genera la primera escuela de bachillerato tecnológico agropecuario en la sierra y tuvimos la fortuna de que se instalara aquí; también ya tenemos una secundaria, tenemos ya los tres niveles básicos más el nivel medio superior, ahora el perfil de nuestros jóvenes de 30, 35 años es mínimo bachillerato; pero muchos se preocuparon en hacer una carrera como ingeniero agrónomo, biólogo, médico; hoy, el pueblo tiene 70 por ciento de su población con formación profesional”.
También cambió la base económica. “Antes era la panadería y la carpintería, porque se ha trabajado la madera; hoy con estas empresas que formamos se les está dando empleo a nuestra gente que sale a prepararse en los tecnológicos y universidades y regresan a quedarse en nuestra comunidad…”.
—¿Se puede decir que ustedes han superado el paternalismo?
—Creo que sí; estamos convencidos de que cuando hay la interacción entre autoridades y el pueblo se pueden hacer cosas grandes; tenemos tres empresas comunitarias actualmente y el siguiente paso es tener nuestra envasadora de agua; luego pasaremos al aprovechamiento de la resina, pero tenemos que ir caminando de manera segura, para ir concretando lo que son fuentes de empleo y mejorar la calidad de vida de nuestra gente. No se trata de quedarse con la idea de si existe o no existe este progreso, ustedes lo están viendo físicamente.
—¿Por qué son ustedes excepción y no regla entre las comunidades indígenas?
—Bueno, si eres conformista vas a estar en un grado extremo de marginación, y si no buscas el desarrollo por tus propios medios te vas a quedar ahí […] la gente adulta que no lo hizo en su momento jamás va a cambiar, por lo tanto la estrategia que hemos manejado es con los niños, cuando empezamos a impulsar el ecoturismo con los niños de tercero, cuarto y quinto de primaria les hicimos recorridos para que vieran lo que ofrecemos, y eso los va a comprometer para ocupar después los cargos que tenemos ahorita nosotros.
—¿Esto no pone un poco en riesgo las raíces? Por ejemplo, aquí casi no se habla ya el zapoteco.
—El ser humano se equivoca una y otra vez; uno de nuestros errores como comunidad fue éste, parte del efecto de la dominación fue perder el habla nativa, si hay diez personas que lo medio hablen o entienden aquí son muchos, fue un error muy grave […] pero hubo otros. De repente se decidió que porque nuestro molino molía 50 kilogramos de trigo en ocho horas, en 1975 dijeron: ‘estamos retrasados, cerremos ese molino y compremos uno eléctrico’; y la asamblea dijo que sí, para estar en la modernidad; hoy veo con tristeza que se instaló ese molino, pero ya no hay nada que moler, la gente dejó de sembrar trigo muy pronto.
—¿Entonces no hay que modernizarse a cualquier costo?
—Claro que no, hay que ir dosificando las cosas para no caer en este tipo de errores, hoy queda para la historia que un día el pueblo de Capulálpam tuvo tres molinos de trigo movidos por la fuerza del agua.
—Y en el lado contrario, ¿qué piensa de la postura de muchas comunidades indígenas de cerrarse al mundo, de tratar de no ser influenciados por el mundo moderno?
—No estoy de acuerdo; hay comunidades que se han cerrado tanto que la marginación está con ellos, y seguirán marginados; ser abiertos no significa que cedamos nuestro patrimonio, lo tenemos bien definido en un estatuto comunal que nos protege de saqueos o invasiones; el estatuto comunal sustituye leyes como la misma Constitución, la Ley Agraria, y si aquí algún comunero no cumple con lo que dice la asamblea y se queja ante Derechos Humanos o cualquier tribunal, vamos con nuestra ley supletoria, se regresa y tiene que cumplir.
—A ver, ¿pero el estatuto no violenta las garantías individuales?
—No, nunca, el estatuto comunal te da derechos y te da obligaciones, y si tú las cumples no pasa nada; entonces, yo no comparto la idea de que las comunidades deban cerrarse al desarrollo, porque así le quitamos la oportunidad a los niños y jóvenes de tener un tipo de vida mejor que el nuestro.
* * *“La conquista española en la zona fue posible debido a que existían fuertes conflictos entre mixes, chinantecos y zapotecos. Los zapotecos de la región fueron sometidos alrededor de 1523 […] la población indígena fue obligada por los españoles a trasladarse a los ricos yacimientos de oro en Solaga, Zoogocho, San Miguel Talea, Natividad y Capulálpam…”.Zapotecos de la Sierra Norte, monografía de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.* * *
Cuándo se perdió el habla zapoteca, lo recuerda bien el sexagenario Pedro Rubén Bautista Méndez, presidente de bienes comunales de Santa Catarina Ixtepeji.“Fue en los años cincuenta; cuando vinieron los maestros a trabajar en la sierra, nos prohibían hablar el zapoteco en la escuela. Y por miedo a los maestros ya no le ponía uno atención al dialecto de los padres, porque entonces te pegaban con una vara”.
—¿Pero sus padres no los regañaban por dejar de hablar zapoteco?
—Pos sí nos regañaban, pero como los maestros nos lo prohibían, pues le hacíamos caso a los maestros.
—¿De dónde eran los maestros?—De aquí de Oaxaca. Y eran indígenas. Pero no querían la lengua, ahora se quiere retomar, pero ya es un poco más difícil, porque la gente que lo sabe bien ya se está acabando, se está muriendo.
Don Pedro Rubén también ve el final de otras tradiciones, como la siembra de la parcela. “Es que el tiempo ha cambiado mucho, a veces las aguas llegan muy tarde y ya pasó el tiempo para aprovechar y sembrar el maíz, o a veces llega el agua temprano y se retira antes de tiempo, cuando las milpas necesitan agua. Porque todo ha cambiado, el clima ha cambiado mucho, por eso la gente muy poco se dedica ya”.
Hay que agregar las malas condiciones de mercado. “Es muy barato lo que pagan; se le mete y no es redituable, la gente siembra un poco pero nomás para su consumo propio. Ya no se puede vivir de eso”.
A cambio, la comunidad se ha hecho dominantemente forestal. Tiene su aserradero, en el que se reinvierten la mitad de las ganancias anuales, una procesadora de resina, una empresa ecoturística y una embotelladora de agua que va a incursionar en el mercado de menudeo, el más atractivo, con envases de medio litro, un litro y litro y medio. Y admite que todo eso, para desgracia y fortuna de muchos, tiene más futuro que hablar zapoteco y sembrar maíz.
* * *“Pero en Utopía, como no hay intereses particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; con lo cual el provecho es para todos…”Utopía, Tomás Moro* * *
Ixtlán de Juárez es la comunidad donde comenzó a cambiar la mentalidad zapoteca de la Sierra Norte a partir de los años ochenta. Cinco empresas comunales y una inversión histórica que supera cien millones de pesos, de los cuales, la mayor parte proviene de los mismos indígenas, y alrededor de 40 por ciento, de fondos gubernamentales o internacionales, dejan patente la mentalidad empresarial plenamente insertada en esta región. Se tiene una gran empresa forestal, una ecoturística, una tienda comunal, una gasolinera y un fideicomiso que funciona como caja de préstamos.
Las utilidades de la empresa forestal, la mayor de las cinco, se reparten en tres grandes bolsas: 30 por ciento va a reinversión en el bosque, 30 a la capitalización de la empresa y 30 por ciento para obras de beneficio social de la comunidad. El restante 10 por ciento se reparte, entre previsión social, el estudio de manejo integral forestal, los trabajadores comuneros y el sector agropecuario.
La empresa de Ixtlán genera casi 200 empleos permanentes; produce madera certificada internacionalmente, y tiene capacidad para fabricar cuatro mil muebles al mes. El último año produjo 5.2 millones de pesos de utilidades.La conversación es con Luis Pacheco Rodríguez, presidente del comisariado de bienes comunales.
—¿Por qué ustedes pueden y casi todas las otras comunidades indígenas no?
—Aquí hay algo muy importante, no hay envidias, todos trabajamos para la comunidad y para beneficio propio [...] nuestro régimen es comunal y eso se respeta, no se le puede vender a la gente de fuera que pueda crear al rato problemas; la misma comunidad vive una paz total que la disfruta porque sabe que tiene asegurado en cierta forma el bienestar de sus hijos, su bienestar propio, y que las fuentes de empleo se están creando, y esto es una empresa de todos y sabemos que la unión hace la fuerza; si nos dividimos, nos vamos para abajo.
—Y como la envidia no da retribución… ¿pero en qué momento ustedes dijeron que había que ambicionar una cosa distinta a lo que ya tenían?
—Hay gente nueva que viene y está preparada, que quiere crecer y piensa a futuro y en beneficio de todos, porque sabemos que como comunidades podemos trabajar en una forma empresarial, y no quedarnos nomás con lo que tenemos […] el problema es tomar las decisiones, de si lo hacemos o no lo hacemos, a veces es muy difícil consensuarlo ante la asamblea general, pero hay que buscarlo siempre.
—Pero tener paciencia es difícil también; se ponen de acuerdo para hacer un proyecto pero algunos dicen, “de a cuánto me va a tocar”; es tener paciencia para reinvertir y fortalecer las empresas aunque no llegue de inmediato el dinero al bolsillo…
—Eso ha sido lo difícil, porque cuando creamos una empresa lo primero que pensamos es en los números, en los pesos que tienen que darse luego luego, pero esto es algo que va a largo plazo, que a lo mejor es un beneficio que no vamos a ver nosotros, pero lo van a ver nuestros hijos o la gente que viene atrás, no queremos que esto truene, se divida o venga gente de fuera y la gente quede fuera de la organización que hay en la comunidad.
—¿No estorban sus usos y costumbres para este desarrollo?
—Es que hay usos y costumbres y hay abusos y costumbres también; aquí, estar en los usos y costumbres nos ha ayudado, nos modernizamos respetando la tradición, no vamos a dejar atrás nuestras raíces.
—Sin embargo, hay ciertas costumbres discriminatorias, por ejemplo, a la mujer. Ustedes dicen que la mujer es más responsable que los hombres, hay allí una contradicción.
—Anteriormente las mujeres no participaban en las reuniones de comuneros, no se les daba esa oportunidad, pero de un tiempo para acá a la mujer se le han abierto las puertas, totalmente. Se vienen adaptando los usos y costumbres a esta nueva realidad.
—¿Y qué opina de la crítica de que las comunidades viven mucho en la fiesta, pero no hay mentalidad empresarial y de trabajo?
—Sin duda son muy importantes, pero aquí no estamos abandonando una cosa para crear otra, porque al rato lo único que vamos a crear son problemas.
—¿Entonces son compatibles los usos y costumbres con la modernidad?
—No está peleada una cosa con la otra […] cerrarnos no es una solución.
—¿Qué hubiera pasado con ustedes si hubieran decidido cerrarse, qué sería ahora de esta sierra zapoteca si no se deciden a cambiar hace 30 años?
—Si nos hubiéramos negado a cambiar, estaríamos vendiendo nuestro trozo de madera a particulares, dejando que otras empresas entraran a extraer, como en un algún momento, que se llevaron lo mejor. Seguiríamos pobres.
Alberto Jesús Belmonte, gerente de la empresa forestal de Ixtlán de Juárez, también aborda el problema. “Nosotros nos hemos dado cuenta que la actividad forestal es muy buena, porque genera empleos y la gente ya se dio cuenta de eso, y cada semana lleva algo a su familia, lo cual es fundamental. Pero la parte más fundamental en algunas comunidades indígenas es que no tienen esa capacidad de análisis, y al no tener esa capacidad de análisis, en lugar de cuidar un árbol lo tumban para sembrar pasto; ni siquiera hacen números para ver si lo que hicieron fue económicamente rentable, y menos si es sustentable […] ¿y qué es lo primero que sucede en las comunidades indígenas?, pues nos vamos a tomar para olvidarnos de nuestra realidad y se hace un círculo vicioso que mientras no haya esa capacidad de razonamiento no se va a acabar”.
—Muchas comunidades enfrentan también al poder de los caciques.
—Exacto, pero aquí las acciones son consensuadas en órganos colegiados que la misma asamblea ha designado. Es una vida democrática plena. Yo admiro a la gente que estuvo hace 20 años al frente de la empresa y tomó la decisión de constituir una unidad comunal y la decisión del reparto de las utilidades […] si se hubieran repartido la utilidades año con año, ahorita no hubiera empresa por más bosque que tuvieras .
* * *"La envidia es una declaración de inferioridad"Napoleón Bonaparte* * *
Don Rutilo Gómez, responsable de la única procesadora de resina de pino que existe en Oaxaca, en Santa Catarina Ixtepeji, también es de los últimos que explican bien el mundo mágico de los zapotecos, que está quedando en el olvido.
Es una conversación en la mesa, mientras se sirve un platillo de pollo con adobo de hierbas tradicionales y un poco de oloroso café.
Rutilo remite a una historia de la que fue testigo en San Agustín de Tarín, sobre el último nahual de estas montañas.“Era la creencia de la gente; por ejemplo, cuando un niño iba a nacer, ponían un recipiente con ceniza, de manera que cuando el niño naciera iban al siguiente día a ver qué huella había; si era huella de coyote, de lobo, de víbora, de animales grandes, pos le hacían fiesta al niño; pero si había rastro de una zorra, perro o gallina, no tenía fiesta porque no era gente importante. Este nahual que conocí era de tigre, de jaguar”.
—¿Entonces, cuando nació pasó un tigre y dejó su huella en las cenizas?
—Sí, se vio; yo conocí a ese muchacho cuando tenía 18 años, como en 1965, tenía toda la cara de un animal, como un tigre, y tenia sus uñas así de curvas, tanto de los pies como de las manos; hablaba muy ronco, con ojos hinchados […] ese tigre anduvo por los montes de San Andrés, y dice la gente que hacía mucho daño, que mataba borregos, chivos; después se cambió a San Antonio, cerca de la ciudad [de Oaxaca], hasta que lo mataron.
—A ver, ¿una persona que se transformaba en tigre, a ratos era humano y a ratos era tigre?
—Es una persona que sabe en dónde está el animal. Es un espíritu doble […] la persona come normalmente, pero come pura carne, tiene el instinto de devorar carne, y dicen que su mamá le compraba sus kilos de carne, cuando podía se los cocía y cuando no, pos así se los comía, crudos.
—Entonces ese muchacho sabía dónde estaba el tigre matando ganado…
—Sí. Pero no lo podía traicionar.
—¿Por qué ahora ya no pasan esas cosas?
—Lo que pasa es que la gente hacía sus ritos y eso se fue perdiendo poco a poco. Hasta los años cincuenta aquí todavía practicaban la brujería y el nahualismo, había nahuales de rayos o de agua, no solamente de animales. Los brujos se podían convertir en animales también. Entonces la gente se podía matar con esa magia, pero ahora es más fácil que te entierren un puñal o que te den tres balazos, y por eso ya no funciona todo eso.
—¿Y cómo se concilia eso con la religión católica que todos profesan aquí?
—Lo que pasa es que ya son actos diabólicos, porque hay gente que hace pacto con el diablo, y la gente que hace pacto con el diablo tiene permiso para hacer todas esas cosas.Don Rutilo admite que hasta el diablo ha perdido clientela en estas montañas que progresan.
* * *“El capitalismo sólo ha podido funcionar porque ha heredado una serie de tipos antropológicos que no ha creado y que no podría haber creado: jueces incorruptibles, funcionarios íntegros y weberianos, educadores consagrados a su vocación, obreros con un mínimo de conciencia profesional […] estos tipos no nacen y no pueden nacer por sí mismos, sino que fueron creados en periodos históricos anteriores…”. Cornelius Castoriadis, El avance de la insignificancia.
Sierra de Juárez, Oaxaca/Agustín del Castillo, enviado
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