03 October 2008

Sorpresas forestales

José Sarukhán

El Universal, 03 de octubre de 2008

Escribí hace dos semanas (EL UNIVERSAL, 19/IX/08) que la mayor parte de la potencial riqueza forestal del país pertenece a personas de comunidades ejidales y comunales, que a pesar de dicho potencial viven en condiciones de pobreza, con frecuencia extrema. La causa de ello es que, históricamente, las explotaciones madereras fueron concesionadas a empresas privadas o paraestatales, lo que causaba que los propietarios fuesen meros recipiendarios de “rentas” y los bosques se depauperasen por una explotación con características de minería.

Hace poco más de 20 años la ley forestal terminó con las concesiones a terceros y restituyó a ejidatarios y comuneros el derecho de manejar sus bosques. Se pusieron así las bases del manejo forestal comunitario. A partir de 1995, la Semarnap (apoyada en el trabajo de Fifonafe de entonces hasta ahora) ha ido apoyando directamente a los dueños en estas empresas. Se establecieron entonces varios programas que, con altas y bajas, han ido apoyando a las comunidades campesinas e indígenas (entre ellos, Procymaf, Prodefor y Coinbio).

Existen hoy 38 unidades forestales certificadas internacionalmente como sustentables (más de 90% ejidales o comunitarias), que representan el manejo racional de entre 700 y 750 mil hectáreas de bosques. También para sorpresa de muchos, México ocupa el primer lugar del mundo en número de empresas y extensión de manejo certificado como sustentable. Los estados más importantes en este rubro son Campeche, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Oaxaca, Querétaro y Quintana Roo. Curiosamente, varios estados de la República con mayor marginación social y económica.

Algunas de estas empresas forestales comunitarias tienen un alto grado de integración con fábricas de muebles o productos de alto valor agregado. Los beneficios de esta actividad van directamente a los miembros de las comunidades, resultando no sólo en su beneficio económico, sino también en bienestar social con la construcción de escuelas, clínicas y entrenamiento técnico y profesional a los jóvenes y reinversión en la capacidad de la empresa, entre otras acciones. En Oaxaca, solamente, se estima que la producción forestal maderable produce unos 30 mil empleos directos en comunidades y ejidos, con una derrama económica anual de 400 millones de pesos.

Aun con estos ejemplos, el hecho es que la industria forestal mexicana adolece de ineficiencia y baja capacidad competitiva. La balanza comercial en este sector es negativa: importamos cerca de 40% de la demanda nacional de madera y celulosa, lo que implica unos 4 mil millones de dólares anuales.

Se antoja que los ejemplos de las empresas forestales certificadas existentes, hecho que me parece sumamente alentador, deberían multiplicarse con una clara y bien financiada política de apoyo y de capacitación profesional y administrativa adecuadas. Es claro que no todas las comunidades dueñas de los bosques están en condiciones de desarrollar ejemplos exitosos. Sería necesario hacer una evaluación cuidadosa de aquellas en las que, con ayuda económica y organizativa, libre de manipulaciones políticas, se podría repetir el ejemplo de las muchas que ya funcionan exitosamente. Para ello se requiere tener ciertas condiciones básicas a las que haré referencia en mi próxima entrega. Hasta entonces.

jose.sarukhan@hotmail.com

Investigador del Instituto de Ecología de la UNAM

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