29 December 2008
Cómo incluir a China en el redil del cambio climático
by Trevor Houser
POZNAN – La actual crisis económica arrojó un paño mortuorio sobre las conversaciones sobre el cambio climático que se llevaron a cabo este mes en Polonia. Si bien los negociadores esperaban un progreso concreto hacia un acuerdo climático internacional, los dos principales contaminadores del mundo estaban distraídos -Estados Unidos, impidiendo un colapso del sistema financiero en medio de una transición presidencial, y China, con una desaceleración en la inversión interna y un debilitamiento de la demanda extranjera de sus productos manufacturados-. Frente a la caída de los valores de las viviendas y de los ahorros de retiro en Estados Unidos y a las crecientes cifras de desempleo chinas, los observadores temen que ni Estados Unidos ni China tengan demasiado interés en reducir las emisiones.
La paradoja aquí es que la crisis presenta una oportunidad única para que Estados Unidos y China sellen un acuerdo que siente las bases para un acuerdo global sobre el clima. De hecho, uno de los principales objetivos de la reunión bianual más reciente del Diálogo Económico Estratégico China-Estados Unidos (realizada la semana antes de que comenzaran las conversaciones climáticas) era empezar a trabajar bajo el "Marco de Cooperación a 10 Años en Energía y Medio Ambiente" creado a principios de este año.
Esta iniciativa bilateral se produce en los talones de una década en la que Estados Unidos se mantuvo al margen de los esfuerzos internacionales por encontrarle una solución al cambio climático, temeroso de que si actúa pero China no lo hace, el mundo no podrá cumplir con sus objetivos de reducción de las emisiones y la industria norteamericana se verá perjudicada. China ha contado con que sus emisiones históricas y per capita se mantengan muy por debajo de los niveles norteamericanos, y considera que ponerle un tope a las emisiones nacionales adicionales al mismo nivel que Estados Unidos implicaría un presupuesto de carbón personal en San Francisco cinco veces mayor que en Shanghai.
El Diálogo Económico Estratégico soslayó este acuerdo sobre la distribución de la carga y se centró en cambio en lo que ambos países tienen en común. Ambos dependen del petróleo importado para el transporte y del carbón doméstico para la generación de energía. Ambos tienen gobiernos fuertes a nivel estatal y sistemas regulatorios y de suministro de energía balcanizados. Pero la estructura de las economías de los dos países, y lo que genera sus necesidades energéticas -y, por ende, las emisiones de gases de tipo invernadero- son muy diferentes. Es esta diferencia la que ofrece la mejor oportunidad para ocuparse del cambio climático de ahora en más.
Económicamente, Estados Unidos y China son imágenes en espejo, los lados opuestos de un desequilibrio global masivo. Los norteamericanos gastan demasiado y ahorran demasiado poco, lo que hace que el déficit comercial de 250.000 millones de dólares sea financiado por otros países. Gran parte de este crédito proviene de China, donde las empresas y los ciudadanos ahorran demasiado y consumen demasiado poco, lo que deja un excedente tanto de productos como de capital que fluye al exterior.
Este desequilibrio macroeconómico se refleja en las emisiones de carbono de los dos países. En Estados Unidos, más del 70% de las emisiones de CO2 surge de actividades vinculadas al consumo, ya sea las camionetas que degluten combustible o las McMansiones sedientas de energía. En China, más del 70% de las emisiones proviene de la industria. La producción de acero solamente consume el 18% de los recursos energéticos del país, casi el doble que todos los hogares chinos. La industria química consume más energía que todo el transporte privado, y la producción de aluminio compite con el sector comercial en términos de demanda de electricidad.
En cuanto a sellar un acuerdo climático, este desequilibrio es una buena noticia. Sugiere un marco para reducir las emisiones que respeta las necesidades de desarrollo de los hogares de China, se ocupa de las preocupaciones por la competitividad de las empresas norteamericanas y adhiere al principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas" incluidas en las negociaciones internacionales.
En reconocimiento de sus emisiones históricas y per capita sobredimensionadas, Estados Unidos debería aceptar una reducción de las emisiones en toda la economía, en línea con la legislación climática doméstica actualmente en consideración. A China debería excusársela de las obligaciones vinculadas al consumo por el momento, pero sí debería asumir compromisos en materia de producción industrial en base al reconocimiento de que la reducción efectiva de las emisiones en estos sectores exige una acción internacional coordinada.
Los líderes de China ya están ansiosos por refrenar a la industria que consume energía y genera contaminación por razones de seguridad nacional, calidad del aire y del agua y una simple eficiencia económica. La producción de acero, cemento, sustancias químicas, papel y aluminio solamente representa casi la mitad de las necesidades energéticas de China y genera casi la mitad de la contaminación del aire que se cobra más de 300.000 vidas y le cuesta a la economía cerca de 100.000 millones de dólares al año.
Sin embargo, estas cinco industrias combinadas emplean solamente a 14 millones de personas de una fuerza laboral total de 700 millones, y menos gente que hace una década. Para un país que atraviesa una crisis de empleo, invertir en una industria altamente consumidora de energía es una estrategia perdedora. Utilizar una política climática para disciplinar a estas industrias ayudaría a equilibrar nuevamente la economía, al mismo tiempo que reduciría las emisiones de China. Si China impone un precio al carbono para sus industrias manufactureras altamente consumidoras de energía, Estados Unidos no necesitará hacerlo al límite, lo que reduce los riesgos para el sistema de comercio internacional de emisión de CO2 en el que se basan ambos países.
La crisis actual ya está destrabando algunos de los desequilibrios que generan los desafíos energéticos y ambientales de ambos países. La demanda de petróleo de Estados Unidos cayó el 8% en momentos en que los consumidores se ajustan los cinturones, mientras que la demanda de electricidad en China se redujo el 10% dado que las industrias altamente consumidoras de energía recortan la producción. Una respuesta inteligente a la crisis puede perpetuar estas tendencias. El futuro consumo norteamericano se volverá más verde y el costo de las políticas climáticas será menor si el paquete de recuperación norteamericana incluye dinero para aclimatar los hogares, mejorar la red eléctrica y ayudar a la industria automovilística a mejorar el rendimiento de combustible.
Si China consolida su industria de uso intenso de energía, liberando así el capital de inversión para servicios e industrias más livianas, entonces surgirá de la crisis con un modelo de crecimiento que contamine menos y emplee más. Si Estados Unidos y China pueden llegar a un acuerdo en estas cuestiones en medio de la crisis, allanarán el camino para el éxito cuando los negociadores climáticos vuelvan a reunirse el año que viene en Copenhague
28 October 2008
Investigadores costarricenses nutren mercado farmacéutico mediante uso sostenible de la biodiversidad
SAN JOSE, 27 oct (Xinhua) -- El trabajo de un grupo de investigadores costarricenses demuestra que el conocimiento aplicado a un uso sostenible de la biodiversidad puede generar rentabilidad económica en diversos mercados, entre estos, la industria farmacéutica.
Se trata de los profesionales del área de Bioprospección del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBIO) de Costa Rica, quienes consolidaron un esquema enfocado en el empleo racional y la conservación de la rica biodiversidad de este país centroamericano.
Según explicó la coordinadora científica del área de Bioprospección del INBIO, Guiselle Tamayo, su objetivo es tomar la materia verde y agregarle valor mediante el conocimiento científico, a fin de generar productos que puedan explotarse económicamente pero en equilibrio con el medio ambiente.
Dicha búsqueda de usos sostenibles de la biodiversidad se desarrolla mediante el establecimiento de alianzas o acuerdos con empresas nacionales y extranjeras que favorezcan el desarrollo de los proyectos.
Entre a la amplia lista de contactos con los que cuenta esta entidad costarricense para la elaboración de sus proyectos figuran instituciones como la Universidad de Harvard y la Nacional Aeronautics and Space Administration (NASA).
Hace ocho años la unidad de Bioprospección del INBIO recibió el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para ejecutar un proyecto que favoreciera a pequeños y medianos productores costarricenses (PIMES) interesados de poner en práctica su visión de conservación.
Mediante un representativo aporte económico por parte del BID (entre el 60 y 70 por ciento de la inversión requerida) y el trabajo del INBIO surgieron 10 innovadores proyectos, entre los cuales, la farmacéutica costarricense "Lisanatura" apostó por la elaboración de medicamentos a partir de plantas presentes en el entorno "tico".
Tamayo afirmó que se seleccionaron especies mesoamericanas que además de contar con una adelantada investigación, tuvieran una larga trayectoria de uso en el campo de la "medicina natural".
Tras definir los criterios anteriores, se decidió trabajar el principio amargo beneficioso al sistema digestivo que ofrecía la planta "Quassia Amara", conocida popularmente como "Hombre grande".
La investigadora explicó que de un extracto de la corteza se obtuvo el principio activo de la planta, este se caracterizó químicamente y posteriormente se estandarizó, a fin de que todas las formulaciones del producto pudieran generar el efecto esperado, que en este caso, era de coadyuvante digestivo.
De la misma forma se trabajó con la "Justicia Pectoralis" conocida como "Tilo cubano", de la cual se aprovechó su reconocida trayectoria de aplicación como sedante y tranquilizante natural.
Una vez concluida la labor de los investigadores costarricenses, estos entregaron el producto a la empresa farmacéutica local, la cual se encargó de desarrollar el proceso de empastillamiento y de colocar el resultado final a disposición del público.
Actualmente, "Q-assia" y "Estilo" son productos reconocidos en el mercado farmacéutico costarricense, lo cuales, además de generar ingresos económicos y favorecer la salud de la población, demuestran el éxito de la investigación aplicada en favor de la conservación.
Tamayo afirma que, aunque un 25% del territorio costarricense se encuentra bajo algún régimen de conservación, es de suma importancia demostrar por medio del conocimiento la relevancia de utilizar los recursos de forma adecuada.
Pese a que Costa Rica carece de una cultura enfocada al consumo de productos naturales, la respuesta hacia ambos productos ha sido tan positiva que ahora se apuesta por consolidarlos en el mercado europeo.
Al igual que la farmacéutica costarricense mira al exterior, Tamayo y su equipo enfatizan su deseo de consolidar acuerdos de colaboración científica con empresas o con institutos de investigación extranjeros que también se interesen en "transformar la materia verde en un producto con valor agregado".
En este sentido, la gerente del área de Bioprospección, Ana Lorena Guevara, manifestó el gran interés de la institución por introducirse al mercado chino y más aún, por establecer contactos con su industria, poseedora de una gran experiencia en el uso de plantas medicinales.
"Nos encantaría intercambiar experiencias con China en el uso de la medicina tradicional, por que sabemos que esto nos permitiría provechar mejor el conocimiento y la biodiversidad costarricense. Nuestros interés es que más de nuestras empresas puedan generar productos de este tipo", concluyó Guevara.
29 November 2007
Coal Use Rises Dramatically Despite Impacts on Climate and Health
In 2006, coal accounted for 25 percent of world primary energy supply.1 (See Figure 1.) Due to its high carbon content, coal was responsible for approximately 40 percent of the carbon dioxide (CO2) emissions from fossil fuels, despite supplying only 32 percent of fossil fuel energy.2 Management of this plentiful but heavily polluting energy resource has tremendous implications for human welfare, the health of ecosystems, and the stability of the global climate.
World coal consumption reached a record 3,090 million tons of oil equivalent (Mtoe) in 2006, an increase of 4.5 percent over 2005.3 (See Figure 2.) China led world coal use with 39 percent of the total. The United States followed with 18 percent. The European Union and India accounted for 10 percent and 8 percent, respectively.4 (See Figure 3.)
In terms of growth, China is even more dominant. The increase in China's coal consumption accounted for more than 70 percent of global growth in 2006 and more than 60 percent of the increase in world coal use over the past decade. India, responsible for just over 10 percent of the growth in the last 10 years, ranks a distant second.5
According to preliminary data, five new coalfired generators with a combined capacity of 600 megawatts came online in the United States in 2006, while India added 930 megawatts of capacity.6 In startling contrast, China brought online about as much coal power capacity each week as the United States and India together did over the entire year, adding an unprecedented 90 gigawatts in 2006.7 Several studies have highlighted the uncertainty of China's energy statistics, however.8 For example, some of the capacity reportedly added is likely to have been unauthorized projects completed earlier that were retroactively approved in 2006.9 Nonetheless, the magnitude and trend of China's capacity additions and associated appetite for energy from coal are certain.
Worldwide, the extraction and combustion of coal have severe health and environmental impacts. In the United States, 47 workers were killed in coal mine accidents in 2006, while China's State Work Safety Supervision Administration reported a staggering 4,746 deaths.10 And the pollution emitted by coal-burning power plants and factories affects the health of millions of people. A recent World Bank study identified coal combustion as China's largest source of outdoor air pollution, to which it attributed 350,000–400,000 premature deaths a year.11 Though these numbers were censored by Chinese authorities, at other times officials have acknowledged that coal power plants often do not comply with environmental regulations.12
Even in the United States, which is far ahead of China in terms of pollution control, the struggle to control hazardous emissions from coal power plants continues. In October, American Electric Power agreed to a record environmental enforcement settlement that requires the company to reduce annual sulfur dioxide and nitrogen oxide emissions by over 800,000 tons. The resulting improvement to air quality is expected to produce health benefits worth $32 billion per year.13
The longevity of coal-fired power plants and the abundance of coal suggest that decisions on new capacity made today will have enduring consequences. The average age of currently operating U.S. plants is 47 years, indicating that plants built today are likely to remain in operation for many decades.14 Coal's abundance is apparent in reserve-to-production ratios, which based on current extraction rates exceed 200 years in the United States and India.15 The figure in China is roughly 50–70 years, with an estimated total coal resource that allows room for plenty of reserve growth.16
Recent forecasts of world coal consumption in 2050 range from 2,900 Mtoe in a scenario published by the International Energy Agency (IEA), which assumes adoption of a stringent, worldwide carbon policy, to 10,700 Mtoe in a business-as-usual scenario published by the Massachusetts Institute of Technology (MIT).17 Meeting any climate stabilization target will require control of coal emissions.18 Nicholas Stern, who led an influential study on the economics of climate change, says that "unless we get coal under control, we're not going to be able to solve this problem."19 After reaching this same conclusion, numerous studies identify carbon capture and sequestration (CCS) as a way to reconcile coals importance as an energy resource with its role as a major contributor of CO2 emissions.20
Carbon capture and sequestration from a coal-fired power plant involves four key steps: isolate a relatively pure stream of CO2 from the combustion source, pressurize the captured gas and transport to the storage site, inject the CO2 into the storage reservoir, and monitor the storage reservoir for stability and leakage.21 Each of these steps is already used in some commercial applications, mostly in oil and natural gas production and processing operations.
One project stands out for having successfully integrated all four steps, albeit not on a power plant. The Great Plains Synfuels plant in North Dakota produces synthetic natural gas from lignite coal. Since 2000, the facility also captures CO2 from the "synthesis gas," an intermediate product, compresses that CO2, and transports it 300 kilometers by pipeline to the Weyburn oil field. There the flow of CO2, currently about 8,000 tons per day, is injected into the oil field to enhance oil production. A measurement study headed by the IEA concluded that the CO2 injected at Weyburn will be sequestered there for thousands of years.22
The overall climate benefit of this particular project is marred by the fact that the extra oil production it enables, an estimated 130 million barrels, will itself release over 50 million tons of carbon dioxide when burned.23 Future CCS aquifers rather than active oil fields in order to provide the scale of benefit required. The technology needed is not significantly different, but the project economics are currently much more challenging.
With the technical feasibility of CCS largely proved by Great Plains Synfuels and other demonstration projects, cost is the largest single factor preventing the deployment of this technology. Initial interest focused on applying CCS to advanced power plants known as an integrated gasification combined-cycle (IGCC) plants in anticipation of a lower overall project cost. An IGCC plant converts solid coal into a synthetic gas, from which CO2 can be more easily extracted, and then uses that gas to produce electricity with relatively high efficiency. It is estimated that electricity produced by an IGCC power plant equipped with carbon capture will cost 35 percent more than electricity from a conventional plant. Adding CCS to a conventional power plant could increase the cost of electricity by upwards of 60 percent.24 Transport, injection, and monitoring of the CO2 will push these price premiums even higher. Thus without a sizable cost applied to carbon emissions, CCS is prohibitively expensive.
At present, cost estimates for coal-fired power plants equipped with CCS include a high degree of uncertainty, however. If and when the various CCS processes are commercialized, the technology that offers the lowest cost option will almost certainly vary from one project to the next, depending on many factors, including the quality of coal and whether the plant is new construction or a retrofit.25
Numerous research and development projects are working to reduce costs, and demonstration projects have been proposed in Europe, North America, Australia, and China.26 The U.S. Department of Energy suggests that large-scale units may be completed around 2020, but an MIT study published this year finds current programs to commercialize carbon sequestration to be "completely inadequate," highlighting the need for further demonstration "at-scale" and advanced measurement, monitoring, and verification of storage.27 Pilot operations scheduled to come online in 2007/08 may validate certain capture technologies, but the most aggressive proposals for at-scale applications of integrated CCS to coal-fired power plants target 2011/12.28 In the meantime, each new coal plant will be a major source of additional CO2 emissions.
Growing acknowledgement of the climate, health, and environmental consequences of coal use have led to mounting political opposition to new coal plants in the United States and Europe. A European Union commitment to reduce CO2 emissions at least 20 percent by 2020 presents a formidable obstacle to any new coal power there that does not incorporate CCS.29 Though a similar U.S. commitment has not been made, Senate majority leader Harry Reid recently took a stand against new coal power plants, and the state of California effectively banned state utilities from building new plants without CCS.30 In mid-2007, the uncertain outlook for coal power resulting from burgeoning anti-coal activism was cited by Citigroup analysts in their decision to downgrade the stocks of all coal companies.31
On a global scale, the declining fortune of coal in industrial countries is overshadowed by its dominance in the energy mix of large developing economies. In China and India, coal maintains a preeminent role in plans to meet sustained, rapid growth of energy demand.32 A true reconciliation of the coal resource and the climate risk that it presents must soon confront coal power on its new home turf.
Item# | Type | Price | |
VST100 | PDF and Excel | $10.00 | Add to Cart |
Includes the following charts and graphs
Composition of Total Primary Energy Supply, 2006
World Consumption of Coal, 1950-2006
Shares of World Coal Consumption in U.S., China, India, and Rest of the World, 1990-2006
Notes
Please purchase this trend to gain access to the fully referenced endnotes.