Noticias de Oaxaca
Sábado 15 de diciembre de 2007. Núm. 11085
ERNESTO REYES
El 1 de enero del 2008 se cumple por fin el plazo fatal, esperado con temor por millones de productores del campo porque en esta fecha se abren de par en par las fronteras nacionales a las importaciones de maíz, frijol y leche.
Esto, en palabras de la organización ambientalista Greenpeace, supondrá una catástrofe económica y social para los productores mexicanos, al tiempo que provocará inseguridad alimentaria, especulación de precios para los consumidores y una enorme vulnerabilidad para el país.
Para los grupos campesinos, ambientalistas y de la sociedad civil que desde hace 6 días se manifiestan en torno al Ángel de la Independencia, en la ciudad de México, el cumplimiento del plazo de liberalización comercial, acordado para el sector agrícola en el seno del Tratado de Libre Comercio de América del Norte ( El TLCAN) profundizará el debilitamiento de la autosuficiencia alimentaria.
Si no se protege a maíz, frijol y caña de azúcar, afirman, “estos productos serán arrasados por falta de créditos o subsidios por los precios o por los cultivos transgénicos si los campesinos, que acentúan sus protestas, no son apoyados por la sociedad en su conjunto”.
Esta lucha, señalan, es para rescatar nuestra patria y defender la soberanía alimentaria, así como para detener el proceso de neocolonización, lucha por el derecho a la alimentación y de los campesinos al trabajo.
Desde el 2006, los productores estadounidenses esperaban con ansias estos momentos que culminan con la apertura para invadir el mercado mexicano con maíz y frijol falsamente baratos, debido a los elevados subsidios que reciben de su gobierno, ante lo cual no podrán competir los productores mexicanos que además carecen de apoyos de las autoridades.
Este escenario es todavía peor- añade Greenpeace- si se aprueba que la transnacional Monsanto inicie siembras experimentales de maíz transgénico, pues contaminarán la diversidad de maíces mexicanos con los genes patentados por esa corporación, lo cual además permitirá a la empresa cobrar regalías a los campesinos afectados.
Para luchar contra la inminente entrada en vigor del articulado del TLCAN, Greenpeace busca juntar al menos 1 millón de firmas en contra de la apertura de fronteras a los alimentos básicos y en demanda de alimentos libres de transgénicos. http://www.greenpeace.org/mexico/participa-como-ciberactivista/suma-tu-firma-a-la-defensa-d
Estas firmas serán entregadas al presidente de la República y al Poder Legislativo mexicano.
Las protestas de campesinos y diversas organizaciones sociales ante la inactividad gubernamental para proteger el maíz y el frijol, sumaron ayer seis días que incluyen el ayuno de productores al pie del Ángel de la Independencia, movimiento al que se han sumado intelectuales, artistas y activistas de organizaciones no gubernamentales por la exigencia de que maíz y frijol queden fuera del Tratado.
Más allá de la relevancia de las personalidades, el tema debe atraer la atención de todos y particularmente del gobierno, pues así como sucede con la crisis que enfrentan empresarios y trabajadores del sector zapatero al eliminarse las cuotas compensatorias a las importaciones chinas, firmadas por México en el seno de la Organización Mundial de Comercio, en enero los aranceles para productos agropecuarios, incluyendo los productos sensibles serán eliminados con las consecuencias ya previstas.
Frente a esto, hay reacciones muy tenues por parte de las autoridades federales, incluso el Congreso, porque a estos poderes parece importarles poco el destino que corran miles de productores de ambos productos que forman parte de la dieta diaria de la población.
Si de por sí el precio del maíz está castigado para los productores nacionales, pues el 40 por ciento de la demanda se importa, imagínense lo que sucederá cuando sin barrera alguna es decir, sin un mecanismo permanente de administración de importaciones y exportaciones de maíz y frijol, empiecen a entrar estos granos a un menor precio pero sin la calidad requerida, lo que podría desatar “una crisis nacional”, como advierten las organizaciones y organismos que ahora protestan.
Es sabido que como producto de la liberalización económica, el campo ha sido degradado y los campesinos obligados a emigrar por falta de apoyos gubernamentales. La situación no es menos grave para los empresarios agrícolas ante este panorama.
En el senado de la República a instancia de un grupo plural de senadores, el pasado 27 de noviembre se aprobó la creación de un Grupo de Trabajo encargado de evaluar los impactos del TLC sobre el Sector Agropecuario, mismo que realizará consultas y foros nacionales e internacionales que aporten los elementos que permitan fundamentar una propuesta de revisión al Tratado.
Este grupo plural deberá presentar un informe preliminar relativo a sus actividades en abril próximo, en tanto que el proyecto de acción legislativa y defensa legal, deberá analizarlo la Junta de Coordinación Política a más tardar en el mes de septiembre.
Sin embargo, las fuerzas políticas y sociales no han sabido advertir con especial urgencia los daños que a la economía de productores pequeños y grandes ocasionará dicho apartado, por lo que algunos legisladores han propuesto buscar medidas compensatorias para los productores de todos los estados del país que van a ser impactados en su economía.
Es obvio que a lo largo de 13 años de haberse firmado entre México, Estados Unidos y Canadá, los resultados del TLCAN se han dado en proporciones desiguales para cada una de las economías integradas en el bloque comercial, por lo que algunas voces empiezan a plantear que si en México y en Estados Unidos se han cuestionado sus consecuencias, debiera considerarse la pertinencia de revisar las condiciones en que se negoció este acuerdo comercial, para que los tres países signantes puedan alcanzar ventajas competitivas en condiciones de igualdad.
Y esto urge, porque al “gasolinazo” previsto en enero, la consabida cuesta del mes que representa el aumento de precios en diversos productos y servicios, así como la entrada en vigor del capítulo agropecuario del TLCAN, pondrán los pelos de punta a productores y consumidores por igual.
Tienen razón quienes advierten que asociada a la dieta inmemorial de los mexicanos, el hecho de que no se proteja este producto básico, nos dejará sin el maíz propio, dando razón a quienes afirman que “sin maíz no hay país”. Y en consecuencia, sin frijol: también.